¿Es una locura hacer referencias a Van Damme o a Alfredo Landa en una obra de Shakespeare? Igual sí, pero esa es la grandeza del teatro.
Atreverse a jugar con un texto clásico no es fácil. El resultado no tiene por qué ser bueno. Pero los clásicos están vivos, y están ahí para que juguemos con ellos, los actualicemos y los reinterpretemos. La representación de La tempestad de Shakespeare que lleva a cabo la compañía gallega Voadora es un ejemplo. En Alcalá se ha podido ver dentro de los Clásicos en Alcalá 2014 (sábado 28 y domingo 29, en el Corral de Comedias). El resultado es una obra que combina el respeto (hasta cierto punto) por el texto original de Shakespeare, música y actuaciones en directo, performances, pequeños sketches de humor, teatro dentro del teatro y un toque importante de irreverencia. Una representación que en un momento dado se llega a parar para que uno de los actores termine diciendo «nos estamos flipando mucho con Shakespeare, pero esto está mal escrito» tiene todo mi respeto.
La obra sobre las relaciones familiares en un ambiente mitológico que escribió el bardo británico no es uno de sus textos más conocidos, ni posiblemente uno de sus mejores trabajos. Y precisamente por eso, reinterpretarlo y adaptarlo al mundo actual es casi un deber, más que respetarlo palabra por palabra. En este caso, la representación que lleva a cabo esta compañía de teatro se la juega, hace un salto mortal, implica al espectador y cuenta con su inteligencia para poder seguir una historia que al principio desconcierta pero en la que te terminas adentrando gracias a buen hacer y a las metarreferencias (muy fan de que uno de los actores salga a escena con una camiseta de Kenneth Branagh, ese gran adaptador de Shakespeare, o la reivindicación de la libertad de expresión implícita en un momento de la obra).
Porque los clásicos no están muertos, y el espíritu de Shakespeare sigue vivo 450 años después. Incluso a través del jazz, el rock o las risas en medio del drama.